El demonio del Covi-19, como fuera calificado en principio por los chinos, según trascendió, desafiándole a combatirle incluso, y que viene azotando por todas partes, incluida Dominicana, por un lado, se tiene que decir.
La humareda asfixiante aquí, que proviene del vertedero de Duquesa; el cual que se entiende ha sido una de las “perlas” más preciadas, para negocios bastante lucrativos por parte de algunos políticos, como de alcaldes electos locales, hay apuntar por otro.
Y, para completar, una tenaz campaña electoral en curso, aunque disimulada, pero aguerrida, claro está, a través de las engañosas encuestas para vender imágenes personales, como los tantos titulares, e imágenes publicadas en los periódicos nacionales, de cara al proceso electivo venidero, por reenvío del suspendido, y si es que se logra realizar esta vez.
Constituyen esas tres situaciones innegables que se verifican en esta nación, el calamitoso escenario tripartito en que ahora vive la sociedad de la capital de esta República, con efectos traslativos obvios generalizados, hacia todos los puntos de la geografía nacional.
Para darse cuenta de inmediato, respecto de la penosa realidad por la que pasa actualmente un gran segmento de los dominicanos, solo hay que fijar la mirada en las primeras páginas de los principales medios escritos de la prensa nuestra, en la que se pueden leer titulares tales como: “¡GUERRA DE ENCUESTAS!;” Contagiados por Covid-19, aumentan como la espuma”; “FUEGO DE DUQUESA BAJO CONTROL”; algo esto último que, se duda mucho, por los humos que a diario se tienen que respirar en la ciudad..
Ahora, parece ser que andan buscando culpables, para entretener y embobar aún más a la población, en vez de estar procurando conseguir la fórmula apremiante para apagarlo definitivamente; como, el estudiar y definir las medidas pertinentes, en pos de que no vuelva a ocurrir; y, quizás, hasta mudar ese “fogón”, que con tanta facilidad se enciende, de aquel sector, densamente poblado en todos sus alrededores, incluso, por personas de la tercera edad.
Según cree el “super” ministro de Obras Públicas, “fue intencional el incendio del vertedero”; y, no habría que dudarlo, por las circunstancias políticas reinantes. Es obvio que, de haber sido así, la razón principal seria de carácter retaliatorio, teniéndose como causal principal, amén de otras anteriores, no olvidadas, lo ocurrido en el último torneo electoral celebrado en el país, en que se produjeron desplazamientos de funcionarios del área oficial, a nivel municipal, “por pipá”, como se dice popularmente.
(Ver: periódicos “HOY”, y “Listín Diario”, del 4-5-20).
Diría además ese comportamiento observado, qué nada importa a estos políticos del patio, que no sea, el estar pensando solamente en buscarse lo de ellos. Que la gente del pueblo se asfixie, como que se la acabe de llevar el diablo, en estos momentos de tantas precariedades hospitalarias que se registran, provocadas y puestas en evidencia clara por la pandemia del Covid-19, eso a ellos les resbala.
A veces todo conviene, incluido lo malo que se verifique, aunque algunos entiendan que no. ¡Pueblo, hay que abrir los ojos!, para que no sigan burlándose de todos aquí. Nada de encuestas, mercadeos políticos, y votos; por el momento. A pensar en la salud de la gente, como las asistencias prioritarias para esa, es lo que más procedente ahora.
Y, que los representantes más connotados dentro de toda la clase política en Dominicana, vayan diseñando el plan de lo que habrá de llevarse a cabo, en el caso de que la próxima trampa electoral no se pueda efectuar en la fecha seleccionada, 5 de julio, para escoger el nuevo mandatario de la nación, y los componentes de eso que llaman aquí “Congreso Nacional, por la continuidad, o rebrote de la pandemia, como le llaman los que saben, tal eventualmente podría ocurrir.
Eso, debido que muchos juristas de fuste nuestros, opinan que los actuales mandamases que gobiernan tendrán que irse del poder, de todas maneras, a partir del 16 de agosto del año que discurre; situación sin precedentes conocidos, y que se dice no está contemplada en la Constitución de la República.
¡Qué hacer, y hacerlo bien!, impone sosegadas reflexiones, y sólidos conocimientos jurídicos, con apego irrestricto todo a la Carta Magna, para que las cosas no se vayan a complicar más todavía.
Autor: Rolando Fernández